sábado, 24 de agosto de 2013

Seminario Desarrollo Temprano 2013 - Aspectos Seleccionados

Seminario Desarrollo Temprano 2013
"Aspectos Seleccionados"

A cargo de Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli y Psic. JTP Mariela Castro

Iniciado el Jueves 22 de agosto del 2013, con la clase del Prof. Frenquelli sobre "Semiología Ampliada. Descripción e Interpretación en Observación de Bebés"

domingo, 17 de febrero de 2013


Psicofisiología III

Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento. Comportamientos innatos y adquiridos. Sistema Activador de la Acción y Sistema Inhibidor de la Acción. Miedo y Angustia. Aportes neurobioquímicos.



Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

Tercera Parte


Uno de los grandes aportes de Laborit es aquel donde considera a los procesos psicológicos como adscriptos a la función. Define la función como “un medio para el logro de un fin”. Laborit no es teleologista, es decir no adscribe a un finalismo. Es más bien un teleonomista, es decir adscribe a que una estructura se define en si misma, que su función es inherente a ella misma. No es lo mismo decir que “el ojo es para ver”, que “el ojo ve”.

La Evolución no es un proceso establecido como el trazo de una flecha, no hay un sentido predeterminado. Si lo hubiera no habría tanta resistencia por parte de los Creacionistas. Darwin estaría mucho más tranquilo. Del mismo modo podríamos decir que la fisiología del cerebro no es “para pensar”, sino que el cerebro “piensa”, “menta” como a un conocido le gusta decir. La perspectiva teleonomista es de corte singular, abre camino a la subjetivad. No es una perspectiva finalista estricta. No vivimos “para”, simplemente “vivimos”. No vamos hacia un lugar previamente acordado. Armamos nuestro derrotero en la interacción, en el vínculo. La Fisiología es Vincular, es Relacional.

Muchas de las críticas a Darwin vienen de un malentendido básico: la creencia de que estaba de parte “de la supervivencia del más apto”, de una postura cerril a favor del “más fuerte”; bien del lado de lo que después de su obra fue tomado por el “darwinismo social”. Esta suele ser una crítica desde cierta izquierda que si no roza la ignorancia utiliza argumentos chicaneros, de oportunidad. Darwin no tiene nada que ver con el “darwinismo social”. El hablaba de la supervivencia del apto. No hizo ningún ranking de fortalezas. Otra de las críticas a Darwin vienen desde la religión, de las iglesias. Es una crítica burda, que trata de sostener un universo creado a imagen y semejanza de un dios. Pero hay muchas iglesias: una de ellas, muy disfrazada de “no iglesia” es la propia hermenéutica, de la centrada en el “giro lingüístico”; la que cree que el Lenguaje crea las cosas.

Si es cierto que “en principio fue el verbo”, debemos pensar que “verbo” se refiere a “acción”. Las palabras son acciones. La omnipotencia del pensamiento, cerca del pensamiento mágico religioso, le da a la “palabra” el valor de creadora. Sería algo así como cuando el niño cree que al pronunciar una palabra aparecerá ante sus ojos la cosa.

Estas posturas, ya no de niños, sino de algunos profesionales, muy intelectualosas ellas, son profundamente religiosas. La expresión latina Totum in verba, todo está en la palabra, es una expresión que brega por la esencialización del lenguaje, donde el sentido está de antemano en la palabra; como Creación no como Construcción compartida. Es lo que lleva a creer, en el caso de cierto Psicoanálisis, que con sólo pronunciar la palabra “ya está todo claro”. Como decía un Maestro: “es el Psicoanálisis de el que lo dice lo es”. En la versión de los pibes de mi barrio, “ah…, vos mismo lo dijiste…, entonces sos!, lo dijiste!”.  Es cuando se atribuye al “significante” el pomposo título de una Esencia con valor de Verdad. En sentido religioso claro.

Cuando hablo de función no me refiero a “funcionalismo” en un sentido pragmatista. La fisiología es el estudio de la función. La función, siempre unida a la estructura, tiene – ahora sí debo hablar de finalidad – está al servicio del mantenimiento de la información estructura. Al fin, algo de finalismo comparto. Pero no es un finalismo extremo, ese que justifica cierta esencia. Es un finalismo débil, adscripto al sostenimiento de la vida. Es lo que quiere decir con el aserto “los seres vivos tienden al mantenimiento de la organización estructura”. Mantener la información estructura no quiere decir no cambio. Quiere decir sostener esa estructura, la misma que permite el cambio. Es cierto que somos todos los días la misma persona, pero al mismo tiempo, paradojalmente, no somos la misma persona. Esto es bien de la Lógica de lo Viviente. En todo caso en nosotros coexisten Parménides y Heráclito. Todo cambia merced al Sistema Nervioso.  

Otra de las grandes afirmaciones laboritianas es aquella que reza: “el sistema nervioso está preparado para la acción”. Hoy nos parece casi irrelevante repetirla. Pero hace muchos años, cuando yo estudiaba Medicina, créase o no, nadie pudo contármelo. Nosotros nos aproximábamos a los hechos de la vida de una manera tonta, playa. Para qué todos estos accidentes anatómicos, tan difíciles de recordar? Nos costaba entender el arco reflejo; no en su estructura elemental, claro está. Nos costaba entender al Sistema Nervioso como una estructura capaz de cierta tramitación. Donde la Acción, desde lo motor en adelante, es la vuelta sobre el medio, buscando cierto equilibrio.

Laborit nos enseñó eso. Por eso nos metimos con él. No sé bien qué pasó. O no tuvimos buenas lecturas, o no aprovechamos a ciertos Maestros. Por momentos me quedo con que la “cultura médica imperante” era muy ignorante, muy elemental, muy playa como dije antes. Nosotros aprendíamos una Biología que poco tenía que ver con la Vida. No había idea de la “lógica de lo viviente”.

Hace pocos meses estuvo entre nosotros una neuróloga y psicoanalista francesa: Annaik Fevè. Estuvo en el Congreso Nacional de Adeip y en la Sociedad Psicosomática de Rosario. La verdad es que quedé en deuda con ella. Pudimos hablar poco “mano a mano”, como me gusta. Faltó tiempo. Una de las cosas que me quedaron picando fue cuando dijo que no entendía porqué motivo me gustaba Laborit, cuando se trataba de un autor adverso al Psicoanálisis. Doble problema para mí: por un lado, me considero un hombre muy cercano al Psicoanálisis, por otro no me parece que Laborit sea un adversario del Freud. Tal vez sí del Lacan de la exorbitancia parisina, seguramente uno de sus rivales. Como él, Laborit era peleador, muy pagado de si mismo.  Siempre me resuenan sus palabras: “seremos los primeros en no reducir la Psicología a la Biología. Pero nunca reduciremos la Psicología a la Psicología, menos ésta al Lenguaje”.

Laborit dice con claridad que el Lenguaje es Conciencia. Nosotros no podemos acceder fácilmente al Inconsciente. Solo accedemos a él, siguiendo a Freud,  por sus derivados: lapsus, sueños, síntomas. Es cuando el franchute nos dice claramente de la conveniencia del abordaje a los fenómenos inconscientes por medio de la experimentación, como modo de extender las posibilidades de su comprensión. Como un medio más, no excluyente de otros. Cómo entender el Psiquismo sin conocer el Cerebro? “Cómo comprender lo entornante sin comprender lo entornado?”

Laborit está mucho más cerca de Freud que de Lacan. Lo digo pues considera a los fenómenos de huella, de memoria, como base del funcionamiento psíquico. Hay un tramo de “La inhibición de la acción” donde dice coincidir con Lacan en aquello de que “el inconsciente está escrito como un lenguaje”. Ignoro que grado de lectura tenía de Lacan. Me impresiona que no se refiere ni lejanamente a algo parecido.

Sí es cierto que Laborit piensa que nuestro Inconsciente es el reservorio de la acción. Un reservorio memorizado, con una semántica, una sintáctica, con una pragmática. Donde hay una interpenetración de inconsciente y conciencia. Consciente, dice, es aquella manera “donde no se puede responder en forma enteramente automática o enteramente por azar”. Para Laborit, la Conciencia no es un pariente pobre del Psiquismo. Como para Freud. Ambos comparten la idea de su fragilidad.

“La Conciencia se construye segundo a segundo”, es frágil. Pero es lo mejor que tenemos. No piensa que el creador, el innovador,  estén fuera de su campo: el cambio y la creación no son automatismo, no son azar. Son novedad, son un producto del mayor refinamiento cerebral. En todo caso, agrego esto yo mismo, será necesaria una buena permeabilidad entre lo inconciente y lo conciente. Pero esto último no falta. Para Laborit el artista, en el momento de la creación está muy, pero muy conciente. No está ni borracho ni drogado, como en algunos círculos risueñamente se supone. Los artistas son muy rigurosos, son muy estudiosos. Charly se puede hacer el loquito, pero cuando compone no está nada loco. Es un loco cuerdo. La Conciencia hace la diferencia. La diferencia no es un brote, una emanación del Inconciente. Nadie habla con el Inconciente. Ni para Laborit, ni para Freud. Laborit descree en la averiguación sobre el funcionamiento mental totalmente basada en el Lenguaje. Y creo que tiene mucha razón. Salvo que uno se juegue por la redundancia en el “giro lingüístico”, en el Creacionismo Verbal. Esto no niega el valor del Lenguaje, tanto para él como para nosotros.

En un momento dice: “…casi lo que se nombra no existe”. Postura que tiene un grano de verdad. Pero no hay que confundir lo nombrado con lo existente. Menos que lo existente no sea producto de un complicado logro del psiquismo, en relación, para llegar a una atribución de sentido. La teorización freudiana de “La interpretación de los Sueños” está muy cerca de la expresión laboritiana del Inconciente como reservorio de la acción. Laborit habla de una “Imaginación Concreta”, muy cercana a las huellas mnémicas en complejos de imagen, movimiento y registro emocional que Freud explica bien desde el “Proyecto”. En lo que hoy llamamos Lenguaje Analógico Icónico, el de las Representaciones Cosa. La Palabra, las Representaciones Palabra, vienen después. Convendría, para aquel interesado en estos temas y Freud, repasar términos como Identidad de Percepción, Identidad de Pensamiento; lo mismo que Representación Cosa, Representación Palabra, Proceso Primario, Proceso Secundario.

Dice una reconocida estudiosa de Freud, Isabel Lucioni, cuando tras considerar la idea lacaniana donde …

 “un verdadero Sujeto sólo puede hacerse reconocer por el que está de antemano reconocido, éste sólo puede ser Absoluto irreductible: el Otro. Una vez introducidos en el juego de los símbolos, los Sujetos siempre estarán obligados a comportarse de acuerdo a una regla.
Obviamente esta regla no es otra que la sujeción a la estructura binaria. Si alguien pensó que se trataba de no robar o no matar se equivocó; salvo que en todo caso, entienda que éstas últimas son epifenómenos imaginarios de la Ley lacaniana, que nos sujeto al absoluto irreductible que es el Significante u Otro.

… sigue luego,  claramente en consonancia con lo que vengo trabajando:

Esto implica una monodeterminación de “lo humano” provisoriamente comprendido bajo “Sujeto”, reduccionismo determinista absolutamente extraño a la sobredeterminación freudiana.
Sobredeterminación en Freud no es sólo la del síntoma, es uno de los pocos autores que contempla las más complejas multicausalidades en la determinación de la Cultura y del Aparato Psíquico. Comencemos por las Series Complementarias como serie multicausal que explica toda configuración psicológica y de ninguna manera sólo psicopatológica.
Esto implica: determinación genético – biológica, que escape al campo epistémico del psicoanálisis por ahora, de ninguna manera quiere decir que el psicoanálisis olvide que una de sus categorías claves: la pulsión, tiene un pie somático del que no nos podemos hacer cargo los psicoanalistas. Pero es premisa de nuestras premisas y deja a la teoría con flexibilidad para absorber los descubrimientos psicobiológicos. Descubrimientos que parecen avanzar a pasos agigantados y que pueden dejarnos colgados del Significante.
La multicausalidad freudiana como Series Complementarias implica Experiencias infantiles que transforman junto con excitación perceptiva a la excitación somática en excitación psíquica, esto es: Investidura.
Las Investiduras o Ocupaciones son Huellas Mnémicas, experiencias infantiles que van instalando el Aparato Psíquico con excitaciones que ya no son somáticas ni perceptivas: son significaciones, atesoramiento de información cognitivo-libidinales.


La Teoría del Lenguaje implícita en Freud no tiene nada que ver con la de Lacan. Lacan, aquí interpreta “a su manera” a Freud. Pero no es Freud. Es por eso que me parece que la idea de Annaik Fevè acerca de la supuesta oposición de Laborit al Psicoanálisis no es cierta. No por que Laborit no haya dicho tal o cual cosa, sobre todo en las “tenidas” parisinas, en los exhibicionistas círculos intelectuales. Me gustaría instalar bien qué supone estar o no del lado del Psicoanálisis. Qué es estar del lado de  Laborit, supuesto oponente de Freud.

La adhesión al Psicoanálisis no parte de repetir como loros frases archisabidas, en el apuro de tener que tomar una postura ante las urgencias de la vida estudiantil y la lógica dependencia al fanatismo profesoral, muchas veces munida de una jergafasia tragicómica. La adhesión al Psicoanálisis, sobre todo a Freud, parte de estudiar cuidadosamente su obra, sin ciertas deformaciones que muchas veces rozan la deshonestidad intelectual. Muchos conceptos de Laborit ayudan entender a Freud. Freud no reniega de lo Biológico. Al contrario. Laborit, a su vez, en mi modo de ver, no reniega del Psicoanálisis. Al contrario, estudiar su Biología permite entender mejor a Freud.

Cierro con otra cita de un autor psicoanalítico que sigo desde hace años, justamente en un tramo donde habla de Psicología no reducida al Lenguaje:

“La pretensión de autosuficiencia de las “ciencias humanas” conduce a dos concepciones muy distintas del lenguaje. Si en el empirismo el lenguaje es un instrumento para reflejar hechos extralinguísticos…, en las “ciencias del espíritu” pasa a ser una realidad lingüística autónoma… Con lo cual a cada postura corresponderá un enfoque distinto del determinismo: un determinismo psíquico donde los significados pertenecen primariamente a hechos mentales por fuera del lenguaje, y un determinismo lingüístico donde los significados son intrínsecos al código lingüístico e independientes de referentes: el axioma hermenéutico fundamental es que no hay significado ni mente por fuera del lenguaje”.
En la concepción freudiana, en cambio, lo psíquico inconciente que subyace al lenguaje cumple un papel comunicacional: “cada uno tiene en su propio inconciente un instrumento para interpretar las expresiones de los demás”, y el correlato operacional del analista a la asociación libre será su capacidad para “captar la dervia del inconciente del paciente con su propio inconciente” (J. Ahumada, ver abajo).


Algunas lecturas recomendadas, no en estricta relación a la materia, de utilidad para                profundizar en este material:

Ahumada, Jorge (1999); “Descubrimientos y refutaciones. La lógica de la indagación psicoanalítica”, Editorial Biblioteca Nueva.
Lucioni, Isabel (1993); “Lacan versus Freud”, Editorial Kargieman.


sábado, 16 de febrero de 2013


Clase de Ovide Menin sobre Metodología de la Investigación Aplicada (II)



Postítulo en Desarrollo Temprano
Facultad de Psicología, UNR
Año 2008







martes, 12 de febrero de 2013

Clase de Ovide Menin sobre Metodología de la Investigación Aplicada (I)



Postítulo en Desarrollo Temprano
Facultad de Psicología, UNR
Año 2008



domingo, 3 de febrero de 2013

Sobre Laborit. Su vida y su obra.
Conferencia del Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli, en la Sociedad Psicosomática de Rosario
Con comentarios de la Prof. Dra. Graciela Lara y el Dr. Isaac Abecasis


sábado, 2 de febrero de 2013

Historia Clínica y Trabajo
Aspectos Seleccionados

Charla entre Roberto C. Frenquelli y Jorge A. Kohen



 Psicofisiología III

Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento. Comportamientos innatos y adquiridos. Sistema Activador de la Acción y Sistema Inhibidor de la Acción. Miedo y Angustia. Aportes neurobioquímicos.

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

Segunda Parte

“Se sabe desde hace mucho tiempo que cuando se secretan glucocorticoides se inhibe, en un “feed back” negativo, la secreción de ACTH, y que también se inhibe la secreción de CRF. Al igual que, cuando se libera ACTH se actúa negativamente sobre la secreción de CRF. De este sistema ya hablaba yo hace veinte años con Selye, un viejo amigo que acaba de morir y que nunca comprendió del todo lo que esto representaba. Me decía: “la cibernética es algo que nosotros los endocrinólogos conocemos desde hace mucho, se conocen la regulación y la contrarregulación”. Y yo digo que saber todo eso no sirve para nada. Lo importante es saber porqué se pone en movimiento este  sistema. Debe haber algo exterior que dé las órdenes a este sistema regulado”.  Laborit, “Agresividad e inhibición de la acción”, conferencia en Buenos Aires en abril de 1983. 

He comenzado por este párrafo con una finalidad única: considerar el tema de los Sistemas de Activación (SAA) e Inhibición de la Acción (SIA). Tal vez debería llamar a esta contribución “Mea Culpa”, por mi “grandísima culpa” cual reza el “Yo Pecador” de mis años infantiles, cuando todavía no había fugado, al menos en parte,  de las superyoicas y no menos diabólicas formas de la religión. 

Sucede que nosotros, cuando empezamos a leer Laborit, a los principios de los 80, encontramos una interesante fuente de relaciones, donde la Neurofisiología empezaba a entenderse bien trabada, bien ligada, a la Psicología, al estudio del Comportamiento. Tal como dice cuando comenta sobre Selye. Nosotros conocíamos sobre Stress, habíamos leído a Selye. Pero no teníamos tan claro cómo se relacionaban los mecanismos hipotálamo hipofisarios con lo que el francés llama “algo exterior que dé las órdenes a este sistema regulado”. A lo que llamamos “comando exterior al sistema”. Que sin dudas es lo Neocortical, lo adscripto a los mayores rendimientos de la vida anímica. Selye nos puso en el camino, Laborit lo llenó de mojones, de indicaciones bastante apropiadas. 

Por eso nos gustó tanto reconocer ciertas vías, ciertos trayectos neurales con sus correspondientes neurotransmisores, como el caso del SIA y el SAA. Eso nos hizo repetir sus localizaciones, sus efectos en un sistema regulado, con sus deletéreas salidas en el caso del “aprendizaje de la ineficacia de la acción”, propia del comportamiento de Inhibición. Que es un comportamiento aprendido, condicionado. Como cruel destino del hombre atrapado en sus estereotipias, en su no saber hacer otra cosa que quedar encerrado en el laberinto de la cultura opresiva. Donde la Angustia no encuentra salida como “motor” de la Acción transformadora sobre el Ambiente. Volveré sobre el tema de la Angustia, también del Miedo.

Por ahora quiero centrarme en la cuestión de los “haces”, de los “trayectos neurales”, de la “circuitería cerebral”, organizados como Sistemas. A veces también llamados “sistemas moduladores difusos”.

“Lo que digo ahora es válido para todos los niveles de organización de los que he hablado: molecular, celular, órganos, sistemas: todos obedecen a una regulación exterior al sistema, a un sistema externo de regulación que proviene de un nivel de organización superior. Este nivel de organización superior es el sistema nervioso, que actúa a través de tres sistemas, a saber, el SIA y las dos regiones del PVS y el MFB (MFB: catecolamina y PVS: acetilcolina) reunidos en un único sistema que yo llamo Sistema Activador de la Acción (SAA).
Ahora bien, cuando ustedes están felices, en reposo, cuando hacen funcionar su MFB, bloquean la liberación de CRF. Hace unos diez años que se conoce esto (hay trabajos de Bohus y Lisak, de Ganong y otros); basta que ustedes estimulen este sistema del placer o de la recompensa para bloquear la puesta en marcha del cortisol.
En cambio, si ustedes hacen funcionar vuestro PVS, que es colinérgico, que dirige la huída o la laucha, se libera CRF que muy rápidamente llega a la hipófisis, de modo que ésta, al liberar ACTH va a estimular la huída o la lucha. Si esta huída o esta lucha es eficaz, si los saca del lío, secundariamente, entre 20 minutos o un cuarto de hora después, ustedes dejan de liberar cortisol. Pero si la tensión continua, qué hace el cortisol? Esta hormona estimula el SIA. Y a su vez este SIA estimula la liberación de ACTH y así se establece el círculo vicioso”. Laborit, “Agresividad e inhibición de la acción”, conferencia en Buenos Aires en abril de 1983. 

Entraré algo más en lo que quiero transmitir de la mano de una muy fea palabra: “circuitería”. Alude a circuitos, a trayectos empalmados, como las vías de un tren o cualquier otro sistema ingenioso. Estamos acostumbrados a hablar de circuitos, siempre en relación a Sistemas Regulados, con sus comandos exteriores, a los que llamamos Servomecanismos. No es que me haya puesto exquisito con las palabras. Lo que sucede es que pienso que “circuitería” es un neologismo. Y como tal siempre resulta duro a nuestros tímpanos. Son precisamente esos trayectos, tal como describe Laborit mismo más arriba, a los que quiero referirme. Es cierto que la estimulación del SIA, comprendiendo sus regiones más o menos bien identificadas, sus neurotransmisores más o menos bien identificados, ejercen efectos deletéreos sobre nuestro cuerpo, en el cual, de hecho, asienta nuestro Psiquismo. No entendemos por “cuerpo”, por cuerpo material, algo diferente, disociado de “psiquis”. Estamos en niveles fisiológicos que conllevan, necesariamente, la participación de la estructura material, de la estructura “biológica”. Siempre lo decimos. 

Pero no podemos adscribirnos a un mecanicismo lineal, simple, ramplón. No es cuestión de decir sin más ni más “cuando ustedes están felices, en reposo, cuando hacen funcionar su MFB…”. El funcionamiento de las estructuras vitales, neurales o no, no es meramente el de una llave de luz, con un “on” y un “off”. 

Por eso resulta patético creer que el funcionamiento mental, ahora entendiendo por “mental” a lo “psíquico”, pueda diagramarse con tanta facilidad, con tanta simpleza. Nosotros podemos pensar que ante la no salida, ante la imposibilidad de lograr cierta acción, podemos caer en la hipercortisolemia y su letalidad. Pero los caminos hasta llegar a ella, hasta salir de ella, siguen siendo, felizmente, muy complejos.

Felizmente no porque reflejen nuestra ignorancia a la fecha. Quién puede darnos una mano para yugular el sufrimiento de un paciente inmerso en el goce tanático?. Uno, munido de una moderada inteligencia, rápidamente advierte con cierto aire contemplativo que nadie. Solo se puede acceder a una cierta retórica, cuando no a la invocación de la diosa fortuna. Sabemos poco. Digo felizmente pues el cerebro humano, y su par que lo sigue como su sombra, el psiquismo, son muy complejos. Eso es lo feliz del caso.  

Voy a contarles algo de mi experiencia como Médico. Algo que aprendí de uno de mis Maestros. Digo en plural pues he tenido, por suerte, varios Maestros. Al menos tres. Esto lo menciono sin ninguna otra intención que expresar una convicción: nosotros, los que profesamos una profesión, necesitamos de Maestros. Los Maestros no son generalmente Profesores. Parafraseando cierto dicho, “Profesores hay muchos, Maestros hay pocos”. El Maestro es de una categoría superior al Profesor. Profesor, sobre todo hoy en día, es casi cualquiera con cierta inserción en la creciente escalada de deterioro institucional. El Maestro, en cambio, suele encontrarse en impensados recodos de la vida profesional. Muchas veces en un único encuentro, en situaciones inesperadas, en charlas, ante un paciente, en una conversación anodina. Si  uno lo encuentra casi todos los días, en lo posible ante hechos, mucho mejor. El Maestro corre en su maestría más por lo actitudinal que por el saber libresco. Es un hombre que espesa la experiencia, la funda, la sostiene y la proyecta en nuestro futuro. El Profesor es un burócrata necesario, que en el mejor de los casos “instruye” con mayor o menor suerte. 

Este Maestro me enseñó que la clínica no es cuestión de recordar con mayor o menor puntillosidad ciertos detalles. El saber libresco es de limitado valor. Por eso me causa cierto displacer escuchar hablar del “SIA y el SAA” como si se estuviera asesorando a un visitante de fin de semana a nuestra ciudad, que nos pregunta por tal o cual calle. Es cuando uno le dice “vaya por aquí hasta la tercera, que corre hacia el río, cuando llega a un edificio alto bien iluminado, que encontrará por la derecha, doble a izquierda, haga dos cuadras, y encontrará el museo que busca”. Así suelen ser las respuestas sobre esta pregunta. 

Y no tengo dudas, los culpables somos nosotros. Muy humanamente adeptos a ciertas mecanizaciones. Los conocimientos detallados, memorísticos, pueden ayudar. Pero siempre con la idea de que los hechos, mucho más si nos referimos a los  psíquicos son hipercomplejos. Ya lo he dicho: el cerebro no es un conjunto de interruptores en serie. Es cierto que lo he dicho en mi libro Psicofisiología:

“Una lectura simplista, tal vez prejuiciosa por diversos motivos, de los que puede dejar de citarse la necesaria simplificación a que recurrimos para facilitar una primera aproximación por parte del estudiante, podría dejar la idea de que estas cuestiones responden a cierto mecanicismo, lineal, causa – efecto. Nada más erróneo. La actividad cerebral y sus bases moleculares aquí elementalmente delineadas, es hipercompleja. Ya Pavlov lo enunció mucho antes de los desarrollos actuales: él hablaba de la actividad analítico sintética del cerebro, manera de expresar una circularidad, una interrelación; esto que hoy podemos adscribir a los llamados sistemas dinámicos multidimensionales”. 

No ha sido suficiente. Tal vez nosotros mismos nos sentimos tentados al camino más corto, a la sobresimplificación. El Psiquismo no es cuestión de botones que pueden oprimirse según secuencias. En todo caso hay una multiplicidad difícil de imaginar. 

La experiencia memorizada vuelve a modelarse, las redes neurales pueden cambiar. Al menos potencialmente. El cerebro puede ser cambio y creación. Tratémoslo bien. No está mal pensar en la utilidad de las experiencias de Olds, las que dieron origen al concepto del “haz de la recompensa”; lo mismo podríamos decir de aquellas que fundaron la idea del “haz de la punición”. A sus descripciones en el comportamiento, mediante refuerzo o habituación. Como tampoco dudamos en la importancia del rol del lóbulo frontal, como gran gerenciador de la acción. De lo que si dudamos es de que esto sea “dos más dos es cuatro”. Esa férrea lógica se ve derrotada en la clínica. Donde “dos más dos” generalmente no es cuatro. 

Eso es lo que enseñan los Maestros. Los Maestros enseñan las diferentes dimensiones de la Clínica, la sorpresa cotidiana, la necesidad de entrar a los fenómenos sin prejuicios, abiertos a lo distinto. Entrando a los hechos con rigor, con método, pero sin ataduras tontas. Como en el caso de Jaimito, en aquel cuento donde parecía saber todo sobre mujeres; fue cuando vio a su hermanita con sangre entre las piernitas y le dijo “eh…, boluda!, te cortaste las pelotas?”. Jaimito, esa vez, no resultó el niño sabelotodo, era simplemente un soberbio que no conocía demasiado. Pues bien: no hay peor caricatura de profesional de la salud o de lo que sea, sea Médico o Psicólogo, que aquel que entra a los hechos de la Clínica desde estas devaluadas guías turísticas. 

“Guías turísticas” que han sido aprovechadas en la psicología de mercado, revestidas por una cobertura rápida de ciencia, respaldándose en esa “psiconeuroendocrinología” espuria a la que aludo en la primera parte. Inventando palabras como “neurocorportamental”, “cognitivocomportamental”, “cognitivismo postracionalista” y otras por el estilo. Palabras que como todas tienen un grano de verdad. Pero que en general son agenciadas por la propaganda. 

Tal vez el gran valor de los aportes de Laborit sobre estos tópicos sea haber puesto en escena, siempre desde su intento de ligar la Neurofisiología a los rendimientos psicológicos mayores, a regiones discretas, bastante bien identificadas del sistema nervioso central, capaces de entrar “en la conversación” de la tramitación del pensamiento y la acción.  

En definitiva, por ahora, mucho de lo que nos ha legado este tema, es de valor heurístico. Entendiendo por heurística una propiedad humana, siempre mezcla de arte y ciencia, que busca resolver problemas, descubrir soluciones, generar hipótesis. Un pensamiento creativo, divergente, “lateral” si se quiere usar una palabra de relativa moda. Ese es el lugar donde me siento cómodo como Profesor, “instructor” de esta materia. Dar elementos para ayudar a pensar. No para cerrar. 

Termino este aporte. Quedo en deuda, no solamente con lo que he tratado de pensar hoy sobre estos sistemas y, fundamentalmente su valor en la Práctica. Prometo volver sobre el importante asunto de la Angustia y el Miedo, donde es posible que echemos sobre la mesa algo de mayor valor. Convendrá entonces volver a leer “Inhibición, síntoma y angustia”, texto freudiano que puede servirnos a la hora de buscar correlaciones posibles y jugosas. 

Mientras tanto, no puedo dejar de contarles algo que siempre decía mi madre: “Nene…, no repitas como en la Anagnosia”. Era cuando detectaba que yo intentaba simplificar algún hecho, tal vez ligado a cualquier travesura infantil. Era una bondadosa advertencia donde me cortaba el paso en el intento de explicar con simpleza poco inteligente. Pues hay simpleza inteligente. Pero ella notaba mi pretendido aire de sobresimplificación del que hablaba antes. Tiempo después busqué acerca de Anagnosia. Fue un texto elemental y bonachón, escrito por Marcos Sastre en el siglo XIX, con el que se podía empezar a leer.  






sábado, 26 de enero de 2013

Entrevista a Roberto C. Frenquelli sobre "Psicosomática"

Entrevista televisiva a propósito de la presentación del libro "Psicosomática", Editorial Homo Sapiens, Rosario, 2008.




       

martes, 1 de enero de 2013


Psiconeuroendocrinología III
Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento. Comportamientos innatos y adquiridos. Sistema Activador de la Acción y Sistema Inhibidor de la Acción. Miedo y Angustia. Aportes neurobioquímicos.

Cómo encararía esta pregunta hoy,  a casi tres décadas de su formulación inicial:

Prof. Roberto C. Frenquelli

Primera Parte

En el pasado examen del 20 de diciembre, al verla escrita sobre el pizarrón que anunciaba  las preguntas de rigor, reparé en ella otra vez. La acuñé yo mismo desde los primeros momentos en que me acerqué a la obra de Laborit con la lectura de “La inhibición de la acción”. Un texto de los años 80, en francés, que leíamos con fervor en nuestros dorados comienzos de 1984. De esas lecturas, con sus briosos retrabajos y discusiones en grupo, se gestó el corazón conceptual de nuestra Cátedra. Tal como hoy se la puede ver.

Es por eso que me parece oportuno hacer una revisión. Tratando de valorarla una vez más a la luz de lo que hemos podido entender a lo largo de estos años de labor profesional y docente. Antepongo “labor profesional” pues creo que sin una base empírica, sin un desempeño concreto, no es posible abordar la “labor docente. Como casi nada. Pienso en términos de “en principio era el verbo…”, donde verbo se traduce como acción.

Laborit nos enseñó a integrar la Neurofisiología al Comportamiento. Nada más ni nada menos. Nosotros veníamos de una formación médica que no podía siquiera considerar de a ratos temas como los instintos, las intenciones, las emociones, el desarrollo del pensamiento. No encontrábamos casi nada de nada por esos lares. Recibido a principios de los 70, me largaron a la calle sin otro conocimiento sobre la vida que el propio, logrado a los porrazos esperables para todo ser humano. Para no ser totalmente injusto, debo aclararlo, algún que otro profesor con aires humanistas me había dado cierta pátina de barniz claro donde se me advertía de que “no había enfermedades sino enfermos” o alguna que otra admonición del mismo corte, orientada por una tibiona ráfaga de cierta ético – estética.

Sabía, eso seguro, que la Clínica era soberana; que pensar junto al paciente y su entorno, aunque sea desde un pensar discretamente inductivo y dirigido, era lo fundamental. Sabía, en definitiva, que había que escuchar – en el más amplio sentido del término - al paciente.

Desde mis propias distonías me hice rápidamente vecino de la Psicología. Tal vez mucho antes de mi ingreso a Medicina; seguramente ya en la secundaria había advertido la necesidad imperiosa de conocerme a mi mismo. Sentimiento vergonzoso, por momentos tan buscado como intolerable, hizo que me acercara al campo del saber psi; primero por los libros, luego por la psicoterapia personal. Y terminé mudándome al barrio de la Psicología, llevándome los muebles que había comprado en el barrio de la Medicina. Una vez instalado allí empecé a pensar que la diferencia entre los barrios no era tan tajante. Me adueñé de la idea de que la Psicología no era un barrio diferente; empecé a pensar que era un elemento común del paisaje de todos los barrios. Solo que había aprendido Medicina de manera parcial y falsamente disjunta.  Pues la Medicina, como un aspecto operacional de las Ciencias Humanas, implica de cabo a rabo a la Psicología. De ese modo empecé a sentir que eran el mismo barrio.

Y así, sin quererlo casi, ya he nombrado una de las frases más claras del pensamiento de Laborit: “la Medicina como aspecto operacional de las Ciencias Humanas”. Qué quiere decir esto?

Esto quiere decir que el Cerebro Humano es un producto histórico social gestado sobre una matriz genéticamente determinada en un vaivén constante junto a los otros. Otros que son el Ambiente, “donde primero que nada, están los otros hombres” al decir de quien me estoy ocupando. Laborit nos enseñó a pensar el Cerebro en relación al Comportamiento, a “cerrar la fosa cavada entre las Ciencias Naturales y las Ciencias del Espíritu”. Lo cito textualmente; recuerdo que en ese párrafo rinde homenaje a Pavlov con sus Reflejos Condicionados, diciendo que el ruso, inequívocamente, demostró cómo lo dado se puede transformar en su encuentro con lo exterior. Como puede darse en el seno del Sistema Nervioso Central el pasaje de lo incondicionado a lo condicionado. Esa mixtura inextricable que conforman lo genético y lo ambiental.

A esta altura, muy al principio de todo este viaje de casi tres décadas, ya teníamos grandes problemas. Viajábamos en un tren que cada tanto se detenía; muchas veces por sus propias dificultades para subir la pendiente; muchas veces por la pedrea con que era recibido en ciertas estaciones. Teníamos adversarios, no solamente dentro de la indagación, también en el campo de lo político académico.

Uno de esos adversarios, siempre el más temible, éramos nosotros mismos. No lográbamos entender bien qué tenía que ver Freud con todo esto. Por momentos nos parecía un idioma, un mundos inconmensurable. Por momentos nos parecía, tras breve disquisición, que “daba igual, que era más o menos lo mismo”.

Bien de entrada muchos de nosotros, casi pibes, se marcharon a otros barrios. Barrios más seguros, como aquel donde se sabe bien qué es y qué no es “Psicoanálisis”. Barrios donde bajo el imperio de ciertos slogans como que “no están bien las cosas” o de que “estamos convocados al agujero negro de la indeterminación y la argumentación incesante”, existe un concepto claro y distinto: “la Psicología no tiene nada que ver con la Biología”.

Decidí quedarme del lado de Laborit. Y seguir viviendo en el barrio psi, aunque siempre en alguna zona periférica, no muy visible a los ojos de esos hombres tras el manto engañoso de ciertas palabras resultan meros empleados de seguridad, vigilantones del templo que no tienen nada de santos. Sólo dueños de una retórica vacía, donde se empalagan con ciertas palabras, como subjetividad, a la que no logran acertar ni por las tapas.

Hice un gran esfuerzo por estudiar Psicoanálisis. Me pareció que era no solamente mi deseo, también lo entendí como una responsabilidad. Y si de responsabilidad se trata, para entender de Psicoanálisis hay que tratarse. Hay que tirarse en el diván. Y en lo posible, no como uno de esos “empleados de seguridad, vigilantones”, que una vez – sin ponerse colorado – me contó que había tenido “como nueve analistas”, no todos juntos, cuando aún contaba con poco más de cuarenta años. Es decir, este hombre había estado con un montón de analistas, seguramente con ninguno. Cuento esto pues una de las cosas que aprendí de Laborit es cómo ubica al Lenguaje. Fruto de la Conciencia, su revestimiento de nuestro sistema representacional de fondo es engañoso, también falaz. Con esto no estaría diciendo nada novedoso. Pero lo que advierte es que el estudio del Comportamiento no pasa solamente por el Lenguaje. Una de sus grandes expresiones reza: “no reduciremos la Psicología a la Biología, pero tampoco la Psicología a la Psicología. Y menos, la Psicología al Lenguaje”. Pregunta: “como conocer lo entornante sin conocer lo entornado”; como conocer sobre lo dicho sin saber sobre los mecanismos complementarios de la actividad cerebral, de nuestros automatismos, nuestras estereotipias. Esas que son madre de las retóricas vacías, del fanatismo, del oscurantismo.

 Un gran mérito de Laborit fue pensar en agregar al concepto de Stress forjado por Selye el prefijo “Psico”. Atrevido, montado en sus ideas de  Información Estructura e Información Circulante, logró trazar un bucle interactivo que fijó la Neurofisiología a un pensamiento Sistémico, Conjuntista. A un Pensamiento Complejo.

No por nada, algunos años atrás, había escrito un pequeño libro llamado “Del sol al hombre”. Desde allí lo vuelvo a citar, ahora más en extenso:

“Naturalmente, Blas Pascal lo expresó primero que nosotros y antes que nosotros: ¿Hay algo más doloroso y que exalte más que el hecho de ser hombre en medio de un cosmos secreto, incomprensible en su finalidad; un cosmos que nos penetra por estrechos poros de nuestros sentidos, y no obstante nos forma y amalgama; que existió antes que nosotros y persistirá cuando nosotros ya no existamos; un cosmos en perpetuo cambio como nosotros mismos, mientras un artefacto cualquiera nos da un sentido de lo estable y de lo discontinuo, cuando fabricamos lo finito con la aprehensión de lo infinito?.


“Y entonces la esperanza vuelve suavemente al biólogo que adivina un vínculo, o más bien una ausencia de discontinuidad, entre la bacteria anaerobia que holla su pie, las últimas luces de un rojo sol que se pone, la blanca hoja del olivo, el reloj que, en su muñeca, le dice que es la hora en que le están aguardando para la cena familiar, y el petrolero que entra en el puerto”.


Lo esencial es saber que las palabras escritas y habladas no son sino símbolos muy imperfectos del aspecto de las cosas. Saber que estas cosas son indescriptibles puesto que forman parte del conjunto del cosmos y están, por lo tanto, infinitamente ligadas a todo. Acordarse de que sólo por el torpe intérprete de nuestros sentidos le hemos dado un límite en el tiempo y el espacio, un color, un sonido, una dimensión, una  temperatura, una forma, que no tienen sino una lejana relación con la realidad.


Debemos intentar, nosotros a quienes interesa el problema de la vida, no ser exclusivamente especialistas y, sabiendo que no tendremos nunca más que un conocimiento parcial y humano de ese fenómeno esencial, intentar al menos una síntesis tan completa como sea posible de los diferentes aspectos conocidos bajo los cuales se presenta: físico, químico, fisiológico, psíquico, social, etc., en cada nivel de organización de la materia viva, de los seres más simples a los más complejos.

No soy muy partidario de los trabajos con citas largas. No obstante suelen ser característica preciada en ciertos ambientes, donde bajo la apariencia de cierto rigor, flota pesada cierta chatura en lo comprensivo, inclusive en los niveles expresivos. La “primacía del significante”, entendida de un modo devaluado, ha llevado a que en nuestro medio se escriba bastante mal. La cuestión es “decir”, “hablar” en cierta jergafasia, hacer jueguitos de palabras. Ni qué hablar de la pobreza conceptual, de la capacidad de relacionar ideas con experiencias concretas. Se confunde “empirismo” con “positivismo”; a estos  con “conductismo”, con “biologismo”. Todo experimento es un crimen. Vivir la experiencia, experimentar, parece un atentado. Laborit nos acercó a otro concepto de Ciencia, como bellamente lo expone en su recordado film “ Mi Tío de América”, con la dirección de Resnais.

En ocasión de este escrito, no se si totalmente con acierto, he vuelto a las citas largas. Es que Laborit lo ha dicho primero, también como dice cuando comenta sobre Pascal, lo ha dicho mejor. Laborit tiene un decir poético mientras dice ciencia. Es un maestro en este sentido. Y de este modo nos dio un gran modelo para pensar, conjugando cierta estética, cierta forma, con las  ideas de fondo, si se quiere con el lenguaje de la ciencia. Es un estilo, impensable para otros tiempos. Es traer lo “humano” en conjunto con lo “natural”. Dos poiesis en mutua vinculación. Tal como resulta tan complicado pensar a Rimbaud sin Verlaine mientras se van creando entre ellos mismos, mientras se matan entre ellos mismos. Y, por supuesto, a cada uno de ellos sin sus correspondientes cerebros y las influencias del alcohol.

Para Laborit la Acción, entendida no como la mera traslación espacial, sino como un proceso de transformas, es el motor de la vida. La vida incluye a la muerte, en continua interrelación. Es más, la muerte es una contingencia de la vida, en cierto modo la mantiene. Por eso, entendiéndolo de la mejor manera, la expresión “instinto de muerte” sería altamente contradictoria: si es un instinto no sería de muerte; salvo que se considere a la muerte parte de la vida. El instinto de muerte es de vida. Advertido también de los desarrollos de la Etología no duda de pensar a la Agresión como inherente a lo vital, pintándola como una débil máscara del Instinto/ Pulsión de Muerte. Huir, sino es posible Luchar, suponen junto a los comportamientos de Consumisión, dos disponibilidades básicas, incondicionadas.

He mencionado la palabra Comportamiento. Es sabido que en nuestra jerga goza de muy mala prensa. Falsamente adscripta al Conductismo por esos tontos decretos que nos pueblan de contraseñas semánticas; no solamente caprichosas, sino también malintencionadas. Vale la pena hacer una aclaración, que siempre hacemos: hablar de Conducta no supone Conductismo. Lo mismo que hablar de Sistemas, de Teoría General de los Sistemas, no supone “Sistémica”. Por “Sistémica” se entiende en nuestro amodorrado medio académico a todo aquello que no sea “Psicoanálisis”. He encomillado “Psicoanálisis”. Pues estos supuestos defensores del freudismo no parecen ser para nada verdaderos adeptos al Maestro de Viena. Al menos en su criterio de pensamiento, con su indagar en las fronteras del conocimiento.

Laborit elabora una Neurofisiología en términos de la Teoría de los Sistemas, de la Información, la Comunicación y la Cibernética; de la Semiótica. Se une al  pensamiento de Bateson, de Korzybski, al de toda una época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es una persona cercana a los grandes momentos de un psicoanalista como Lacan, de un genetista como Monod, de un psiquiatra como Delay. Participa en el mayo francés. Forma parte de un grupo interdisciplinar junto a Morin, Atlan, Leroi Gourhan y de Rosnay más otros nombres de la política, la filosofía, de la cibernética o la arquitectura. Intenta permanentemente en las fronteras.

Cuenta en “La vida anterior”:

“Necesitábamos meses para que pudiéramos armonizar nuestros lenguajes, discutir su contenido semántico, y comenzar a poder intercambiar eficazmente informaciones. Si bien el psicoanálisis había alcanzado ya un grado de divulgación que, a pesar de su lenguaje, lo hacia comprensible al aficionado culto, la biología por el contrario, y la biología del comportamiento en particular, estaba lejos de ser también fácilmente asimilable por los adeptos de las ciencias humanas. Quizá porque antes de llegar a un comportamiento social y los diferentes niveles de organización que este último pone en juego, sus raíces se sumergen en la física, la química, la anatomía, la fisiología, antes de alcanzar el nivel del lenguaje”.  

Médico, inicialmente cirujano, se interesa por el shock, por la agresión que sufre el cuerpo, inclusive en los momentos de su propia reparación quirúrgica. Se interesa por la anestesia, en la manera de reducir la injuria. Es como puede incursionar en la Farmacología desde un verdadero principio complejo, pleno de inter-retro-poli interacciones entre los diferentes niveles de integración.

Para Laborit, la relación es la categoría fundamental de lo viviente. Y la fuga, una de las grandes posibilidades para no caer demasiado rápido en nuestros funerales. En el recién citado texto, que puede ser considerado una especie de autobiografía, nos dice mientras continúa su relato sobre aquel grupo de notables:

“Nuestras reuniones continuaron para mí hasta 1972, cuando a pesar de la exquisita hospitalidad de Jacques Robin, yo hallaba las reuniones redundantes, pues cada uno ya había vaciado su saco. Sobre cada tema abordado, podía saber por anticipado el discurso que iba a mantener cada participante. Abandoné el grupo discretamente. Supongo que sobrevivió, transformándose”.

Leemos en la pregunta: “Psiconeuroendocrinología”. Una de las palabras más largas del castellano, que siempre amenaza con agregar alguna otra en más o menos prolija síntesis, como Inmunología. Quedaría entonces Psiconeuroendocrinoinmunología. Veintinueve letras. Una palabra tan extensa a la que no le va nada bien de la mano de los “nuevos especialistas”, muchos de ellos graduados Psicólogos.

La idea de Laborit implicaba darle a los niveles de organización hormonales otros círculos de causación que los incluyen desbordándolos, proveyéndonos de una comprensión finalista abarcativa, integradora. En causación circular. Desde ese punto, bienvenida la palabra.

La idea de estas personas  pseudoespecialistas a quienes aludo no es esa. Tienen una accionar reduccionista, estéril. Donde ciertas explicaciones parciales se usan de muy mala manera para insertarse en el actual mercado postmoderno, compitiendo en la  ilusoria búsqueda de la rapidez y eficiencia. Del vil dinero. No por que el dinero sea vil. Sino por que se lo trata con vileza. De qué puede importarnos la “psiconeuroendocrinoinmunología” para esa Histeria informe y vacía que es la Fibromialgia, de esa Depresión yerma y blanca que es el “Síndrome de Fatiga Crónica”?

Nos puede importar para engañar por algún tiempo a los incautos, a los desesperados, a los buscadores de ciertas tapaderas culturales. Y a los fabricantes de medicamentos, a los dueños de laboratorios de análisis “de punta”, a los dueños de aparatos de “imagenología”.

La enseñanza de Laborit sobre Biología del Comportamiento sigue el derrotero de las contribuciones genuinas. Es un pilar de un pensamiento integral, de sistema, de conjuntos. De parte en el todo. De todo en la parte. Muy lejos del reduccionismo chabacano que impera en estas ofertas de ocasión. Lo atinente a la psiconeuro es universal. En todo acontecer hay “psiconeuro”. Mal puede considerarse una “especialidad”, un “enfoque”.

Me espanto cuando veo que Psicólogos se ofrecen por medio de horribles revistas de propaganda, hoy elevadas a la categoría de “instituciones de formación” como “ Psicólogos psiconeuroendocrinos”. Es cuando pienso que hemos contribuido a un cierto fracaso del producto final de nuestra carrera. Del mismo cuando a diario me enfrento con aquellos que antes describía, aparentemente diversos,  parloteando en jerga,  con términos vacíos y slogans cansadores.

El aporte de Laborit se puede insertar completamente en la Clínica. En cualquiera de las Clínicas. Más allá, más acá, de sus posibles sesgos. El concepto de “inhibición de la acción” no debe entenderse como una cosa en si misma. Es la descripción en el plano fisiológico de la incapacidad de pensar, de la incapacidad para acceder a las acciones transformadoras, a la salida de la adaptación pasiva. Es describir en la rata enjaulada lo que nos sucede más o menos a todos los humanos asfixiados en el sometimiento de la “jaula cultural”.

Hace un tiempo pude escribir dos trabajos donde incursiono en cómo he logrado pensar el proceso salud enfermedad desde Laborit. Uno se llama “Del Helicobacter Pylori a Hipócrates”, otro “La sonrisa de Laborit. La bio-lógica y la comunicación en los primates”. Tengo la impresión, por los escasos comentarios que me llegan, que no ha sido leído demasiado por mis Docentes.

Es posible que nosotros mismos en estos años nos hayamos ido dejando llevar por una cierta tendencia a la estereotipia y la automatización en la transmisión de estas enseñanzas. No habríamos hecho otra cosa que seguir aquella idea de la “humana tendencia al cierre de la información estructura”, como penosa forma de ceder “a la mineralización del espacio cultural”.