sábado, 2 de febrero de 2013


 Psicofisiología III

Aportes de Laborit sobre Biología del Comportamiento. Comportamientos innatos y adquiridos. Sistema Activador de la Acción y Sistema Inhibidor de la Acción. Miedo y Angustia. Aportes neurobioquímicos.

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli

Segunda Parte

“Se sabe desde hace mucho tiempo que cuando se secretan glucocorticoides se inhibe, en un “feed back” negativo, la secreción de ACTH, y que también se inhibe la secreción de CRF. Al igual que, cuando se libera ACTH se actúa negativamente sobre la secreción de CRF. De este sistema ya hablaba yo hace veinte años con Selye, un viejo amigo que acaba de morir y que nunca comprendió del todo lo que esto representaba. Me decía: “la cibernética es algo que nosotros los endocrinólogos conocemos desde hace mucho, se conocen la regulación y la contrarregulación”. Y yo digo que saber todo eso no sirve para nada. Lo importante es saber porqué se pone en movimiento este  sistema. Debe haber algo exterior que dé las órdenes a este sistema regulado”.  Laborit, “Agresividad e inhibición de la acción”, conferencia en Buenos Aires en abril de 1983. 

He comenzado por este párrafo con una finalidad única: considerar el tema de los Sistemas de Activación (SAA) e Inhibición de la Acción (SIA). Tal vez debería llamar a esta contribución “Mea Culpa”, por mi “grandísima culpa” cual reza el “Yo Pecador” de mis años infantiles, cuando todavía no había fugado, al menos en parte,  de las superyoicas y no menos diabólicas formas de la religión. 

Sucede que nosotros, cuando empezamos a leer Laborit, a los principios de los 80, encontramos una interesante fuente de relaciones, donde la Neurofisiología empezaba a entenderse bien trabada, bien ligada, a la Psicología, al estudio del Comportamiento. Tal como dice cuando comenta sobre Selye. Nosotros conocíamos sobre Stress, habíamos leído a Selye. Pero no teníamos tan claro cómo se relacionaban los mecanismos hipotálamo hipofisarios con lo que el francés llama “algo exterior que dé las órdenes a este sistema regulado”. A lo que llamamos “comando exterior al sistema”. Que sin dudas es lo Neocortical, lo adscripto a los mayores rendimientos de la vida anímica. Selye nos puso en el camino, Laborit lo llenó de mojones, de indicaciones bastante apropiadas. 

Por eso nos gustó tanto reconocer ciertas vías, ciertos trayectos neurales con sus correspondientes neurotransmisores, como el caso del SIA y el SAA. Eso nos hizo repetir sus localizaciones, sus efectos en un sistema regulado, con sus deletéreas salidas en el caso del “aprendizaje de la ineficacia de la acción”, propia del comportamiento de Inhibición. Que es un comportamiento aprendido, condicionado. Como cruel destino del hombre atrapado en sus estereotipias, en su no saber hacer otra cosa que quedar encerrado en el laberinto de la cultura opresiva. Donde la Angustia no encuentra salida como “motor” de la Acción transformadora sobre el Ambiente. Volveré sobre el tema de la Angustia, también del Miedo.

Por ahora quiero centrarme en la cuestión de los “haces”, de los “trayectos neurales”, de la “circuitería cerebral”, organizados como Sistemas. A veces también llamados “sistemas moduladores difusos”.

“Lo que digo ahora es válido para todos los niveles de organización de los que he hablado: molecular, celular, órganos, sistemas: todos obedecen a una regulación exterior al sistema, a un sistema externo de regulación que proviene de un nivel de organización superior. Este nivel de organización superior es el sistema nervioso, que actúa a través de tres sistemas, a saber, el SIA y las dos regiones del PVS y el MFB (MFB: catecolamina y PVS: acetilcolina) reunidos en un único sistema que yo llamo Sistema Activador de la Acción (SAA).
Ahora bien, cuando ustedes están felices, en reposo, cuando hacen funcionar su MFB, bloquean la liberación de CRF. Hace unos diez años que se conoce esto (hay trabajos de Bohus y Lisak, de Ganong y otros); basta que ustedes estimulen este sistema del placer o de la recompensa para bloquear la puesta en marcha del cortisol.
En cambio, si ustedes hacen funcionar vuestro PVS, que es colinérgico, que dirige la huída o la laucha, se libera CRF que muy rápidamente llega a la hipófisis, de modo que ésta, al liberar ACTH va a estimular la huída o la lucha. Si esta huída o esta lucha es eficaz, si los saca del lío, secundariamente, entre 20 minutos o un cuarto de hora después, ustedes dejan de liberar cortisol. Pero si la tensión continua, qué hace el cortisol? Esta hormona estimula el SIA. Y a su vez este SIA estimula la liberación de ACTH y así se establece el círculo vicioso”. Laborit, “Agresividad e inhibición de la acción”, conferencia en Buenos Aires en abril de 1983. 

Entraré algo más en lo que quiero transmitir de la mano de una muy fea palabra: “circuitería”. Alude a circuitos, a trayectos empalmados, como las vías de un tren o cualquier otro sistema ingenioso. Estamos acostumbrados a hablar de circuitos, siempre en relación a Sistemas Regulados, con sus comandos exteriores, a los que llamamos Servomecanismos. No es que me haya puesto exquisito con las palabras. Lo que sucede es que pienso que “circuitería” es un neologismo. Y como tal siempre resulta duro a nuestros tímpanos. Son precisamente esos trayectos, tal como describe Laborit mismo más arriba, a los que quiero referirme. Es cierto que la estimulación del SIA, comprendiendo sus regiones más o menos bien identificadas, sus neurotransmisores más o menos bien identificados, ejercen efectos deletéreos sobre nuestro cuerpo, en el cual, de hecho, asienta nuestro Psiquismo. No entendemos por “cuerpo”, por cuerpo material, algo diferente, disociado de “psiquis”. Estamos en niveles fisiológicos que conllevan, necesariamente, la participación de la estructura material, de la estructura “biológica”. Siempre lo decimos. 

Pero no podemos adscribirnos a un mecanicismo lineal, simple, ramplón. No es cuestión de decir sin más ni más “cuando ustedes están felices, en reposo, cuando hacen funcionar su MFB…”. El funcionamiento de las estructuras vitales, neurales o no, no es meramente el de una llave de luz, con un “on” y un “off”. 

Por eso resulta patético creer que el funcionamiento mental, ahora entendiendo por “mental” a lo “psíquico”, pueda diagramarse con tanta facilidad, con tanta simpleza. Nosotros podemos pensar que ante la no salida, ante la imposibilidad de lograr cierta acción, podemos caer en la hipercortisolemia y su letalidad. Pero los caminos hasta llegar a ella, hasta salir de ella, siguen siendo, felizmente, muy complejos.

Felizmente no porque reflejen nuestra ignorancia a la fecha. Quién puede darnos una mano para yugular el sufrimiento de un paciente inmerso en el goce tanático?. Uno, munido de una moderada inteligencia, rápidamente advierte con cierto aire contemplativo que nadie. Solo se puede acceder a una cierta retórica, cuando no a la invocación de la diosa fortuna. Sabemos poco. Digo felizmente pues el cerebro humano, y su par que lo sigue como su sombra, el psiquismo, son muy complejos. Eso es lo feliz del caso.  

Voy a contarles algo de mi experiencia como Médico. Algo que aprendí de uno de mis Maestros. Digo en plural pues he tenido, por suerte, varios Maestros. Al menos tres. Esto lo menciono sin ninguna otra intención que expresar una convicción: nosotros, los que profesamos una profesión, necesitamos de Maestros. Los Maestros no son generalmente Profesores. Parafraseando cierto dicho, “Profesores hay muchos, Maestros hay pocos”. El Maestro es de una categoría superior al Profesor. Profesor, sobre todo hoy en día, es casi cualquiera con cierta inserción en la creciente escalada de deterioro institucional. El Maestro, en cambio, suele encontrarse en impensados recodos de la vida profesional. Muchas veces en un único encuentro, en situaciones inesperadas, en charlas, ante un paciente, en una conversación anodina. Si  uno lo encuentra casi todos los días, en lo posible ante hechos, mucho mejor. El Maestro corre en su maestría más por lo actitudinal que por el saber libresco. Es un hombre que espesa la experiencia, la funda, la sostiene y la proyecta en nuestro futuro. El Profesor es un burócrata necesario, que en el mejor de los casos “instruye” con mayor o menor suerte. 

Este Maestro me enseñó que la clínica no es cuestión de recordar con mayor o menor puntillosidad ciertos detalles. El saber libresco es de limitado valor. Por eso me causa cierto displacer escuchar hablar del “SIA y el SAA” como si se estuviera asesorando a un visitante de fin de semana a nuestra ciudad, que nos pregunta por tal o cual calle. Es cuando uno le dice “vaya por aquí hasta la tercera, que corre hacia el río, cuando llega a un edificio alto bien iluminado, que encontrará por la derecha, doble a izquierda, haga dos cuadras, y encontrará el museo que busca”. Así suelen ser las respuestas sobre esta pregunta. 

Y no tengo dudas, los culpables somos nosotros. Muy humanamente adeptos a ciertas mecanizaciones. Los conocimientos detallados, memorísticos, pueden ayudar. Pero siempre con la idea de que los hechos, mucho más si nos referimos a los  psíquicos son hipercomplejos. Ya lo he dicho: el cerebro no es un conjunto de interruptores en serie. Es cierto que lo he dicho en mi libro Psicofisiología:

“Una lectura simplista, tal vez prejuiciosa por diversos motivos, de los que puede dejar de citarse la necesaria simplificación a que recurrimos para facilitar una primera aproximación por parte del estudiante, podría dejar la idea de que estas cuestiones responden a cierto mecanicismo, lineal, causa – efecto. Nada más erróneo. La actividad cerebral y sus bases moleculares aquí elementalmente delineadas, es hipercompleja. Ya Pavlov lo enunció mucho antes de los desarrollos actuales: él hablaba de la actividad analítico sintética del cerebro, manera de expresar una circularidad, una interrelación; esto que hoy podemos adscribir a los llamados sistemas dinámicos multidimensionales”. 

No ha sido suficiente. Tal vez nosotros mismos nos sentimos tentados al camino más corto, a la sobresimplificación. El Psiquismo no es cuestión de botones que pueden oprimirse según secuencias. En todo caso hay una multiplicidad difícil de imaginar. 

La experiencia memorizada vuelve a modelarse, las redes neurales pueden cambiar. Al menos potencialmente. El cerebro puede ser cambio y creación. Tratémoslo bien. No está mal pensar en la utilidad de las experiencias de Olds, las que dieron origen al concepto del “haz de la recompensa”; lo mismo podríamos decir de aquellas que fundaron la idea del “haz de la punición”. A sus descripciones en el comportamiento, mediante refuerzo o habituación. Como tampoco dudamos en la importancia del rol del lóbulo frontal, como gran gerenciador de la acción. De lo que si dudamos es de que esto sea “dos más dos es cuatro”. Esa férrea lógica se ve derrotada en la clínica. Donde “dos más dos” generalmente no es cuatro. 

Eso es lo que enseñan los Maestros. Los Maestros enseñan las diferentes dimensiones de la Clínica, la sorpresa cotidiana, la necesidad de entrar a los fenómenos sin prejuicios, abiertos a lo distinto. Entrando a los hechos con rigor, con método, pero sin ataduras tontas. Como en el caso de Jaimito, en aquel cuento donde parecía saber todo sobre mujeres; fue cuando vio a su hermanita con sangre entre las piernitas y le dijo “eh…, boluda!, te cortaste las pelotas?”. Jaimito, esa vez, no resultó el niño sabelotodo, era simplemente un soberbio que no conocía demasiado. Pues bien: no hay peor caricatura de profesional de la salud o de lo que sea, sea Médico o Psicólogo, que aquel que entra a los hechos de la Clínica desde estas devaluadas guías turísticas. 

“Guías turísticas” que han sido aprovechadas en la psicología de mercado, revestidas por una cobertura rápida de ciencia, respaldándose en esa “psiconeuroendocrinología” espuria a la que aludo en la primera parte. Inventando palabras como “neurocorportamental”, “cognitivocomportamental”, “cognitivismo postracionalista” y otras por el estilo. Palabras que como todas tienen un grano de verdad. Pero que en general son agenciadas por la propaganda. 

Tal vez el gran valor de los aportes de Laborit sobre estos tópicos sea haber puesto en escena, siempre desde su intento de ligar la Neurofisiología a los rendimientos psicológicos mayores, a regiones discretas, bastante bien identificadas del sistema nervioso central, capaces de entrar “en la conversación” de la tramitación del pensamiento y la acción.  

En definitiva, por ahora, mucho de lo que nos ha legado este tema, es de valor heurístico. Entendiendo por heurística una propiedad humana, siempre mezcla de arte y ciencia, que busca resolver problemas, descubrir soluciones, generar hipótesis. Un pensamiento creativo, divergente, “lateral” si se quiere usar una palabra de relativa moda. Ese es el lugar donde me siento cómodo como Profesor, “instructor” de esta materia. Dar elementos para ayudar a pensar. No para cerrar. 

Termino este aporte. Quedo en deuda, no solamente con lo que he tratado de pensar hoy sobre estos sistemas y, fundamentalmente su valor en la Práctica. Prometo volver sobre el importante asunto de la Angustia y el Miedo, donde es posible que echemos sobre la mesa algo de mayor valor. Convendrá entonces volver a leer “Inhibición, síntoma y angustia”, texto freudiano que puede servirnos a la hora de buscar correlaciones posibles y jugosas. 

Mientras tanto, no puedo dejar de contarles algo que siempre decía mi madre: “Nene…, no repitas como en la Anagnosia”. Era cuando detectaba que yo intentaba simplificar algún hecho, tal vez ligado a cualquier travesura infantil. Era una bondadosa advertencia donde me cortaba el paso en el intento de explicar con simpleza poco inteligente. Pues hay simpleza inteligente. Pero ella notaba mi pretendido aire de sobresimplificación del que hablaba antes. Tiempo después busqué acerca de Anagnosia. Fue un texto elemental y bonachón, escrito por Marcos Sastre en el siglo XIX, con el que se podía empezar a leer.  






No hay comentarios:

Publicar un comentario